Ir directamente a la información del producto
1 de 1

manifold

Perseo y Medusa

Perseo y Medusa

Precio habitual €15.000,00 EUR
Precio habitual Precio de oferta €15.000,00 EUR
Oferta Agotado
Impuestos incluidos. Los gastos de envío se calculan en la pantalla de pago.

Esta pintura digital nace como una respuesta a la escultura renacentista Perseo con la cabeza de Medusa, de Benvenuto Cellini. Aquella imagen clásica del héroe victorioso, cuerpo firme, espada en alto, trofeo en mano. Pero en mi versión, esa escena ya no representa gloria: se convierte en herida.

Aquí, la historia se descompone y se abre: Medusa no es un monstruo vencido, sino una mujer convertida en monstruo por haber sido violada. Según la versión que Ovidio recoge en Las Metamorfosis, Medusa fue violada por Poseidón en el templo de Atenea. La reacción de la diosa no fue castigar al agresor, sino a la víctima, transformándola en un ser temido, condenado a vivir aislada, convertida en símbolo de lo monstruoso. Esta injusticia mítica, lejos de quedar en el pasado, sigue hablándonos hoy con una crudeza que no deberíamos normalizar.

Vivimos todavía inmersos en una cultura patriarcal, donde lo masculino domina sobre lo femenino con la naturalidad de una costumbre heredada. Aunque cambien las formas, el fondo se mantiene: el poder sigue teniendo rostro masculino, y la mujer, cuando alza la voz, sigue siendo cuestionada. Aunque hayan pasado siglos, ser mujer hoy sigue siendo arriesgado: muchas sienten miedo de hablar, miedo de no ser creídas, miedo de ser juzgadas o de sufrir represalias por parte de quienes las dañaron. Y muchas veces, por ese miedo, terminan callando.

La violencia no siempre llega con espada: a veces llega como duda, como sospecha, como indiferencia. Cuando una mujer denuncia, a menudo debe demostrar que dice la verdad más allá de toda duda. No basta con hablar. Debe justificar su voz. Y muchas veces, esa voz no encuentra lugar.

En esta obra, el cuerpo de Perseo aparece musculado, heroico, como en la tradición clásica, pero esa presencia ya no impone admiración, sino incómoda contradicción: ¿cómo seguir celebrando al que sostiene una cabeza que nunca debió ser cortada?

A su alrededor, he pintado rostros masculinos que gritan. No son figuras nobles ni idealizadas. Son grotescos, deformes, incapaces de mirarse a mismos. Representan la vergüenza no asumida, la violencia que no se reconoce, el miedo que el poder siente ante quien no se deja borrar. Porque eso es Medusa: no un monstruo, sino una mujer que no desaparece, una mirada que sigue devolviendo el gesto.

También pensé en Atenea. No como una villana, ni como una diosa cruel, sino como una figura atrapada en una estructura que ni siquiera ella podía cambiar. Una divinidad femenina en un mundo hecho por y para los hombres. Tal vez también ella tuvo miedo. Tal vez también eligió callar, adaptarse, proteger su poder en un sistema que no dejaba espacio para la compasión. Su castigo a Medusa puede leerse no como un acto de maldad, sino como una decisión desesperada dentro de un orden que exigía dureza para sobrevivir.

Esta pintura no intenta reconstruir el mito: lo desgarra, lo cuestiona, lo vuelve del revés. Es una imagen incómoda, feminista, comprometida con el presente. Porque el lugar de la mujer en el relato clásico —y en tantos otros relatos, antiguos y actuales— sigue marcado por la culpa, la desconfianza, la monstruosidad impuesta.

Antígona y Medusa son figuras separadas por siglos, pero unidas por el mismo castigo: haber actuado desde su conciencia y haber sido castigadas por ello.
Medusa, convertida en monstruo por haber sido violada.
Antígona, condenada a morir por enterrar a su hermano.
Ambas se enfrentan a un poder que no tolera la voz femenina cuando desafía las reglas impuestas.
Y ambas, de algún modo, siguen mirándonos hoy, recordándonos que la desobediencia de una mujer, incluso cuando nace del amor o la justicia, ha sido siempre tratada como amenaza.

Y sí, todo esto es mi opinión.
Pero me pregunto por qué seguimos contando la historia siempre igual.
¿Por qué nadie la reescribe desde Medusa?
¿Por qué su dolor sigue siendo un trofeo en manos ajenas?

Tal vez el arte no pueda cambiar el mundo, pero puede mirar lo que tantos prefieren no ver. Y ahí empieza todo.

Ver todos los detalles