Colección: Duck Dead

A primera vista, esta serie puede parecer una broma: un pato de peluche colgado, dibujado con una ternura casi infantil.
Pero no lo es. Son dos dibujos que hablan del paso del tiempo, del desgaste silencioso, de la resistencia invisible que se esconde en lo cotidiano.

Este pato ha sido testigo mudo de muchas historias. Ha pasado de mano en mano, ha acompañado, ha soportado, se ha sostenido a pesar de todo.
Llega un momento en que incluso los objetos más inocentes, más fieles, empiezan a mostrar las huellas del uso, del cansancio, del peso acumulado de estar siempre presentes.

Entre los dos dibujos hay apenas ligeras diferencias: un cambio mínimo en la postura, un matiz en los objetos que lo rodean.
Como la memoria misma, nunca es exactamente igual. Lo que recordamos también se deforma, se gasta, se aplasta un poco más cada vez.

No hay dramatismo ni ironía en estas imágenes. Hay una forma de fragilidad que habla de todos nosotros: de las cargas que arrastramos, de los días que pesan, de las pruebas que a veces nos desbordan.
Y aun así —aunque doblado, colgado, suspendido— el pato sigue ahí. No se rompe. No se queja. Simplemente está.

Duck Dead no pretende ofrecer respuestas.
Solo abrir un espacio para mirar de otra forma: para pensar en lo que callamos, en lo que sostenemos, en lo que seguimos siendo incluso cuando parece que ya no podemos más.